18.2.07

solicito hombre...

El viaje a Ikea por fin se realizó. Ayer regresé a casa con éxito. Compré por fin el armario y el escritorio que ME URGÍAN. Además, hasta me alcanzó para comprar una cajonera y una lámpara color rosa jejeje.

El siguiente paso ahora, es encontrar un hombre lo suficientemente "macho" (ja!), bueno, no, corrijo: un hombre no perezoso (léase"huevón") y lo suficientemente amable, para ayudarme a armar estos muebles. Podría aventurarme a hacerlo sola. De hecho ya he puesto algunas piezas, pero me encontré con tres problemas:
1- las tablas pesan mucho
2- me tardo en entender las instrucciones (jajajaja)
3- es una tarea que antropológicamente hablando, ¡le corresponde a un hombre!

Digamos que el señor B. haría este trabajo. No porque yo se lo hubiera impuesto (y aclaro: no fue por eso que huyó de mi lado cual cobarde que es); sino porque él mismo se había ofrecido a hacerlo.

Hace dos semanas pasó a mi casa con el pretexto de ayudarme a armar los muebles, pero como yo no los había comprado aún (error, error, error), pasamos la tarde viendo pelis y comiendo pizzas. Fue justo éste, el fatídico día en que decidió huir de mi lado.

Esa tarde, tuvimos esa charla de hoooooras, en la cual me platicó de sus padres, de su relación con ellos, de su hermano, de sus traumas de la adolescencia, de su adicción al trabajo, de su última relación amorosa (terminada hace año y medio, y totalmente superada, según sus propias palabras). Y yo le conté de mis padres, de mi también adicción al trabajo, de cuando estuve enferma, de mi última relación real (terminada en verano de 2004, ¡saludos a Lalito!), de mis traumas de la adolescencia. Digamos que B. llegó a mi casa a las 2 de la tarde y se fue poco después de la 1 de la mañana.

Una de dos: o el señor B. se paniqueó de mi irresponsabilidad al tener aún la ropa en las maletas después de un mes de mi llegada a Barcelona. O de plano huyó, no tanto ante mi sinceridad, sino ante la de él. Quizá cuando iba en el metro, rumbo a su casa, pensó: "Hablé demasiado y ¡oh! cuán vulnerable me siento ahora".

Puede que haya una tercera razón: no le gustó que, después de él haberse esmerado cocinando, comprando una botella de vino rosado, y encendiendo unas luces (tipo navideñas) a manera de estrellas para mí, yo lo único que pude ofrecerle fue pizza, cerveza, patatas y una peli con sonido malo. Pero ¡heeeeey!, yo aclaré: tenía un día de haberme mudado al piso nuevo y no había hecho el súper aún. De la peli pirata no hay que culparme a mí, hay que culpar a mi roomie.

Total, que ahora tengo tres cajas llenas de tablones esperando a armarse. La ropa no está ya en las maletas, porque estoy usando el clóset (y el resto de la habitación) de mi otro roomie (el que está de viaje) a manera de almacén provisional.

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