8.2.08

...tantas cosas (2)

[ yo ]

Sería un poco complicado describir el proceso de relación que estoy teniendo con la persona que en este momento más me quiere. O más bien, sería complicado describir lo que nos ha llevado a seguir juntas aún cuando conservemos la distancia. Sería mucho más complicado considerando que, aunque este blog es más bien un diario personal, es público, y de vez en cuando hay gente que entra y lo lee. A lo que voy, es que no quiero asustar a nadie; pero más que eso, hay cosas que aún cuando quisiera escribirlas, no quiero compartirlas.

Hace dos días me confesó que se había enamorado de mí. Que no se había dado cuenta de cuando había pasado y de que cuando lo tuvo asimilado pasó a tener la seguridad completa de que podía gritarlo al mundo, incluso a sus padres al otro lado del océano.

Y flipé.

Y lo único que pude preguntar es: ¿no te duele?

Claro que le duele. Me lo confirmó. Luego pregunté que cómo hacía para seguir viéndome a pesar de todo y para mis adentros, pensé “qué valor, yo no podría”. Y sentí un nuevo respeto y admiración. Me contestó que antes de que pasara nada entre nosotros primero hubo una relación de amistad. Que siendo yo su amiga, formaba parte de ese pequeño círculo que (y esta es una teoría mía) estando lejos se vuelve tu todo. Así que no estaba en disposición de prescindir de mi amistad. Que le tomaba tiempo y mucho esfuerzo, pero que tenía la completa seguridad de que lo que quería antes que nada era mi amistad. Además de que sabía y comprendía que yo no pudiera enamorarme.

Al final, después de cuatro cubatas whisky-redbull, terminé confesando ese último detalle que yo me había guardado por vergüenza, no sin antes confesar que si no se lo había explicado era por esa misma vergüenza de admitir que si no podíamos ser una pareja, era porque había y hay algo en mí que quedó confirmado y que me imposibilita para una relación de este tipo. “No eres tú, soy yo”. En este caso es completamente cierto.

Y entonces lloré. Sí por el whisky, pero es que justo por el whisky me di cuenta de que en ese momento estaba teniendo todo. Me di cuenta de que nunca nadie me había querido como me quiere esta persona. Que lo que siente por mí es enorme y limpio y totalmente desinteresado, y que cuando me dijo “tú me complementas”, se refería a muchas otras cosas que el simple hecho de estar dentro de esa soledad en la que se vive cuando cruzas el océano y dejas todo atrás. Que no soy una excusa y no soy un escape a esa misma soledad, y que aún cuando quizá esa soledad nos unió, lo que provocó ese sentimiento, soy yo en mi estado más puro. Porque yo tampoco lo vi venir, y entonces no tuve oportunidad de crear estrategias, ni de construir barreras, ni de huir. Y lloré porque aquí a mi lado lo tengo todo, pero no tengo manos para cogerlo…

Así que después de todo, y después de una resaca ultra-bizarra (como de agotamiento), me siento hoy a su lado con una nueva visión de las cosas. Con una seguridad no-ególatra que no había tenido antes, y con muchos de mis miedos disipados.


Qué putada. Insisto, qué putada. Porque es una putada no coincidir y que haya al final, cosas más fuertes que tú. Y que tu felicidad en el amor al final siempre depende de alguien o algo más; no de tus deseos ni de tus esfuerzos.

2 comentarios:

zuibun gei dijo...

Lo mejor de la vida, es no estar sola y tener a alguien con quien llorar, ánimos, la vida si es algo es que no es una putada

ale dijo...

Lo mejor de la vida, sí, es compartir esa vida con gente que te quiere y a quien quieres... ¡tus amigos!